ARTICULO: El peso de lo que no es nuestro

 Por: Patricia Rosado

“La carga más pesada nos destroza, somos derribados bajo ella, nos aplasta contra la tierra… Pero la carga más pesada es, por lo tanto, a la vez, la imagen de la intensidad de la vida.” -Milan Kundera (La insoportable levedad del ser).

 

En esos días fríos, donde la naturaleza parece sostener su propia melancolía, me encontré reflexionando sobre el peso y la levedad de la existencia. Nos debatimos entre la libertad de lo efímero y la seguridad de lo denso, entre el deseo de soltar y la necesidad de sostener.

A veces quisiéramos ser ligeros, volátiles como una hoja en el viento, sin ataduras, sin historia. Pero, ¿qué sería de nosotros sin el peso de nuestras experiencias? La memoria nos define, el amor nos ancla, el dolor nos esculpe.

Porque no solo cargamos nuestra historia, sino también la de otros. Hijos, parejas, hermanos, amigos… En algún momento, todos hemos sido el refugio de alguien más. Nos han buscado para desahogarse, para recibir consejo, para encontrar respuestas. Y cuando esas respuestas no les sirven o no las quieren escuchar, simplemente nos dejan con su peso. Lo sueltan en nuestras manos y siguen adelante, más ligeros.

En el trabajo, en la familia, en la vida, aprendemos a absorber los problemas ajenos como si fueran propios. Aprendemos a hacernos cargo del mal humor de los demás, de sus miedos, de sus ausencias emocionales. Y lo peor es que, muchas veces, lo aceptamos sin darnos cuenta.

¿Hasta qué punto podemos seguir acumulando cargas sin colapsar? ¿Cómo hacemos la vida más ligera sin abandonar a quienes nos necesitan?

Tal vez la respuesta no está en elegir entre el peso y la levedad, sino en aceptar que somos ambas cosas a la vez. Que podemos inclinarnos sobre un puente, sintiendo la brisa helada en la piel, y al mismo tiempo, ser testigos del río que arrastra lo que ya no somos.

Que no todo lo que nos entregan debemos cargarlo. Que podemos escuchar sin quedarnos con el peso de las palabras. Que podemos estar sin absorber el caos de otros. Que decir esto no es mío también es un acto de amor propio.

Quizás el equilibrio esté en aprender a soltar lo que no nos corresponde y en recordar que, así como un río sigue su curso sin retenerlo todo, nosotros también tenemos derecho a fluir.