China-Taiwán: una relación peligrosa
Las
relaciones entre China y Taiwán están constantemente tensas desde su separación
de facto en 1949 y están provocando tensión en las relaciones entre Pekín y
Washington.
El 1 de
octubre de 1949, Mao Zedong proclamó la fundación de la República Popular China
en Pekín. Las fuerzas nacionalistas del partido chino Kuomintang, lideradas por
Chiang Kai-shek, abandonaron China y huyeron a Taiwán (antiguamente Formosa),
donde formaron gobierno el 7 de diciembre y prohibieron todas las relaciones
entre la isla (oficialmente la República de China) y la China comunista.
En 1950,
Taiwán se convirtió en aliado de Washington, que estaba en guerra con China en
Corea. En junio de 1950, el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman,
ordenó a la Séptima Flota de los Estados Unidos que repeliera cualquier posible
ataque de los comunistas chinos a Taiwán. Al mismo tiempo, se le pidió a Chiang
Kai-shek que construyera fortificaciones en la costa de Taiwán para prevenir un
posible ataque chino.
El Partido
Progresista Democrático (PPD) de Lai Ching-te, que ahora está en el poder por
tercera vez, considera a Taiwán como una nación soberana de facto con una
identidad taiwanesa distinta y el mandarín como su idioma oficial. Cabe señalar
que Taiwán tiene su propio ejército, moneda, constitución y ahora un gobierno
elegido democráticamente (de 1949 a 1987 estuvo bajo un régimen autoritario de
ley marcial), pero la mayoría de los gobiernos del mundo no lo reconocen como
país independiente.
Hasta la
fecha, sólo ha sido reconocido como Estado independiente por 12 países y no ha
sido aceptado como miembro de organizaciones internacionales porque China
insiste en que es una provincia propia, parte de su territorio, e impide su
integración y reconocimiento.
Con el paso
de las décadas, Taiwán se ha ido aislando cada vez más. Al mismo tiempo, sin
embargo, los vínculos entre Taiwán y Estados Unidos se han fortalecido, con un
aumento de las ventas de armas y equipo militar y una cooperación política de
alto nivel bajo la popular predecesora mujer de Lai, Tsai Ing-wen, hecho que ha
enfurecido a Pekín. Sin embargo, históricamente la posición de Estados Unidos
en relación con Taiwán ha permanecido deliberadamente vaga, en particular en lo
que respecta a si lo defendería en caso de una invasión china, la conocida
"ambigüedad estratégica".
Estados
Unidos lleva mucho tiempo caminando sobre una delgada línea roja. Así, en
virtud de la llamada política de "Una sola China", Washington
reconoce a la República Popular China como el único gobierno legítimo de China.
También reconoce la posición de Pekín de que Taiwán es parte de China, pero
nunca ha aceptado la reivindicación de soberanía sobre la isla por parte del
Partido Comunista Chino.
Taiwán tiene
una superficie de 36.197 km2 y una población de aproximadamente 23.400.000
habitantes. Su capital es Taipei, situada en el extremo norte. Es, además, una
ciudad ultramoderna con un intenso desarrollo industrial de alta tecnología y
designada oficialmente como una "ciudad alfa mundial", es decir, una
ciudad que tiene un impacto directo en los acontecimientos mundiales de
dimensiones sociales, económicas y políticas.
Además de la
isla del mismo nombre, el país también posee 168 islas más pequeñas. Está
separado de China por el estrecho de Taiwán y limita al norte con el mar de
China Oriental, al este con el océano Pacífico y al sur con el mar de China
Meridional.
Desde 1960,
ha entrado en un período de rápido crecimiento económico e industrialización, y
muchos economistas hablan del "milagro de Taiwán". Su economía está
orientada a la exportación. Destaca en tecnología y actualmente es la 21ª
economía más grande del mundo, a la vez que ocupa el puesto 34 en el ranking
mundial en términos de PIB per cápita.
La posición
de Taiwán en el mapa mundial la hace especialmente importante para las grandes
potencias mundiales. La isla tiene una gran importancia estratégica para
Estados Unidos, dada su proximidad a aliados cercanos de Washington en la
región, como Japón, Corea del Sur y Filipinas. Además, el estrecho de Taiwán se
considera crucial para el movimiento del comercio global, mientras que se
estima que la isla produce el 60% de la producción mundial de microchips,
componentes tecnológicos esenciales para la fabricación de teléfonos móviles y
baterías de litio.
TSMC (Taiwan
Semiconductor Manufacturing Company), con sede en el enorme parque científico
de Hsinchu, es el mayor productor de semiconductores (o microchips) del mundo,
con una capitalización de 426 billones de dólares.
En cuanto al
equilibrio militar en el estrecho de Taiwán, éste está firmemente a favor de
China y sería poco probable que el estado insular pudiera defenderse en caso de
un ataque chino sin ayuda externa.
Bajo el
presidente Xi Jinping, China ha intensificado su despliegue de poder militar,
enviando un número récord de aviones de combate, drones y buques de guerra
chinos alrededor de la isla y realizando ejercicios militares en respuesta a
los intercambios políticos entre Estados Unidos y Taiwán.
El mensaje
que Pekín envía a Taipei y Washington a raíz de esta actividad militar es
clarísimo: “La independencia de Taiwán es incompatible con la paz. Se trata de
un asunto interno que no admite injerencias extranjeras”. Además, en su
discurso de Año Nuevo, el presidente Xi Jinping declaró: “Nadie puede detener
la reunificación de China con Taiwán”, dando una clara advertencia a todas
aquellas fuerzas que apoyan abiertamente la independencia dentro y fuera de la
isla.
Taiwán, por
su parte, exige que China ponga fin de forma permanente a su actividad militar
en aguas vecinas, que, según afirma, socava claramente la paz y la estabilidad
y perturba el transporte marítimo y el comercio internacionales.
Pero ¿qué
consecuencias tendría para el planeta una guerra entre Estados Unidos-Taiwán y
China? Un artículo de Bloomberg ya ha sostenido que un conflicto militar en
Taiwán podría costar a la economía mundial una cantidad astronómica de 10
trillones de dólares, equivalente al 10% del PIB mundial, muy superior a las
consecuencias económicas de la pandemia del coronavirus, la guerra en Ucrania y
la crisis financiera mundial. Y, por supuesto, la sangre que se derramaría
sería inconmensurable.
Para
terminar, quisiera expresar la esperanza de que la situación no se agrave y se
evite así una confrontación militar entre EE.UU.-Taiwán y China, que sería
desastrosa, como se ha señalado, no sólo para la región sino para todo el
planeta.
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