TRAS EXPLOSIÓN DEL LUNES: Comienza la hora del adiós para los fallecidos por la tragedia de San Cristóbal
POR: CAROLINA PICHARDO
SAN CRISTOBAL, R.D.- Génesis Tejeda le dijo a su esposo Cheirii Vizcaíno que la esperara afuera del Centro Médico Bethancourt en lo que preguntaba si había muchos pacientes en consulta.
La sala de espera estaba llena. Ella no tardó en salir a buscarlo para regresar en su motocicleta a casa, pero su pareja ya se había adelantado para hacer unas diligencias y en ese momento ocurrió lo inesperado: una explosión que cobraría la vida del joven y de otras 26 personas en cuestión de segundos.
Solo pasaron dos minutos entre un hecho y otro. Y ambos sitios están a un minuto de distancia.
Todavía Génesis no lo puede asimilar.
La pareja se conoció en la iglesia evangélica pentecostal Ciudad de Luz Segunda del barrio Las Flores, de San Cristóbal, donde él se había destacado por sus habilidades en las artes, principalmente en el piano, la guitarra y su melodiosa voz, llegando a ser el pianista oficial del centro de adoración.
Además, Vizcaíno se ganaba la vida siendo retratista profesional y haciendo carteles publicitarios. Y también presumía de su talento en redes sociales con cuentas donde destacaba sus dibujos por encargo y de los videos que grababa cantando himnos cristianos junto a la melodía de su piano, en ocasiones acompañado de su esposa.
Tanto él como su esposa soñaban con irse a vivir a Estados Unidos.
La pareja, que tenía un año de casada, estaba en trámites para aplicar a una visa de trabajo ya que ella domina el inglés y él estaba adelantado en clases del idioma anglosajón, que estudiaba mediante un programa del Instituto de Capacitación Profesional de León (Icap).
El hombre, de 32 años, fue descrito como uno que siempre tenía una sonrisa, una persona centrada en sus objetivos y tranquilo.
Justo la próxima semana sería su primer día de trabajo en un call center en inglés, con sede en la capital, que recién lo había contratado. Ahí también trabaja su esposa.
El joven nació en Los Molina, junto a sus otros tres hermanos. Era el mayor de ellos.
Tejeda pide a las personas y medios de comunicación que no compartan imágenes crudas de las víctimas de la explosión. “Eso le hace más daño a uno”, comenta.
Ahora su madre llora la pérdida de su primogénito. “Por qué él tuvo que pasar por ahí, si hay muchas calles en San Cristóbal por qué él cogió esa”, exclamaba la señora que aún espera que su hijo estacione su motor en la entrada de su hogar.
Sus restos fueron sepultados el martes en el cementerio Najayo al Medio.
Las fotos de sus quince años
Esteisy Pinales Ferrer era la hermana menor de seis hermanos.
Cursaba el segundo de bachillerato en el Liceo Secundario Hermanas Mirabal, en el sector Semana Santa, del municipio de Yaguate, en San Cristóbal.
El viernes 11 de agosto fue su cumpleaños número 15 y el fin de semana sus familiares le hicieron una fiesta en casa, con una linda decoración y un bizcocho que compartió con sus amigos y cercanos.
La chica estaba feliz y risueña y, sobre todo, muy emocionada por tener las fotografías profesionales en sus manos.
Así que la tarde del lunes 14 agosto su hermana Laura María, tres años mayor que ella, la acompañó al centro de la ciudad para comprar sus útiles escolares y aprovechar la cercanía para pasar a recoger las fotos de la sesión a un estudio fotográfico cerca de la calle Padre Ayala.
Esteisy fue una de las primeras víctimas mortales de la explosión. Su hermana está estable en la unidad de quemados del Hospital Traumatológico doctor Ney Arias Lora.
Su hermano, Eduardo Pinales, de 25 años, está afligido por la repentina pérdida y la describe como una joven estudiosa, disciplinada y sencilla.
“No se metía con nadie, alegre y no era malcriada… Se la pasaba aquí haciendo sus clases y pasando tiempo con su familia”, dijo Pinales sobre la joven meritoria que era velada en la sala de su casa en el sector Semana Santa.
Sus restos fueron enterrados la tarde del miércoles en el cementerio municipal de Yaguate.
Su última conversación fue minutos antes del estallido
José Correa siempre estaba en comunicación con su esposa, Jorgelina Ravelo.
La tarde del lunes 14 no fue la excepción. Minutos antes de la explosión que también impactó las oficinas administrativas del Banco de Reservas en San Cristóbal, Correa habló con Ravelo para coordinar una salida a cenar.
“Yo hablé con ella unos momentos antes… Sobre qué íbamos a hacer cuando nos viéramos en la noche, nos íbamos a juntar para cenar juntos”, explicó, afligido, a las afueras de la capilla 3 de la funeraria La Esperanza, en San Cristóbal.
La pareja tenía planes a futuro, pero, “ahora todo se desvaneció”.
“No fue solamente mi esposa, fue mi hija, mi socia, mi compañera… Y luego pasan cosas como estas, uno siente que está igual que ella, muerto”, dijo.
Uno de sus grandes sueños era convertirse en padres después de cinco años de relación, dos de estos casados.
César Nina, amigo de la familia, dijo que Jorgelina era una joven ejemplar, tranquila y que transmitía paz.
“Desde que ellos formalizaron la relación, ellos iban juntos para todos los lados, el único tiempo en el que estaban separados era cuando ambos estaban en sus trabajos”, indicó.
Jorgelina Ravelo se desempeñaba como gestora del área de negocios del Banreservas.
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