HISTORIA DOMINICANA: MARÍA MARTÍNEZ VDA. TRUJILLO
. Doña María como era conocida durante la "Era Gloriosa", no fue cosa fácil en el circulo del hogar, aunque en público luciera apacible, por momentos en la intimidad familiar mostraba un carácter explosivo, incluso con el esposo, que tenia fama de autoritario.
Sobre "La españolita", dicen que en la juventud era atractiva, pero su candidez le duro poco, porque en las fotos a partir de 1937, la esposa del tirano ya tenia una papada pronunciada y su cuerpo parecía una neverita, la gracia se aparto temprano de su anatomía; agregan además que era una mujer ambiciosa, adicta a los lujos, al glamour y los excesos típicos de los ricos que adquieren fortunas en forma apresurada; sin dudas, esa mujer era emprendedora, poseía visión de comerciante y lo demostró en la primera etapa de la dictadura. A partir de 1935 cuando se unió en matrimonio al jefe, Doña María usó sus influencias para iniciar una serie de negocios e inversiones, usando el tráfico de influencias, amigos, parientes y testaferros.
Hay quienes aseguran que muchas de las iniciativas oficiales tomadas por el dictador, nacían en la casa y eran idea de ella. Lo que muchos no pueden explicar es como Trujillo lograba apaciguar a una Dona María enamorada y que de seguro le exigía fidelidad al marido, que todos sabían le era infiel; imaginamos a esta mujer, embriagada por los arranques de celos que producía en ella el saber que su esposo tenia una la hilera de amantes. Los amoríos de Trujillo eran un secreto que todos conocían a nivel nacional y en verdad las versiones que corrieron después de muerto El Chivo, las amantes se contaban por decenas, muchas pasaron al anonimato, algunas incluso con hijos le pegaron la paternidad a otros.
Se sabe que hubo escándalos que trascendieron a la "voz populi" y que se recuerde, el de mayor resonancia fue el que se originó cuando Doña María se enteró de los enredos del jefe con Lina Lovatón, una de las doncellas que más distinguió el jefe y con la que tuvo varios hijos; María Martínez enfureció al enterarse del romance y Trujillo se vio forzado a sacarla del país para establecerla en Miami, dicen que a Trujillo supo el chisme de que Doña María se había propuesto mandar a matar a Lina de algún modo. Lina Lovatón fue acomodada en La Florida, donde se dio la gran vida y a veces la visitaba el consorte o en ocasiones se la traían al país en forma clandestina, para sus encuentros amorosos.
En lo personal, conocí a un ex-militar dominicano que entre 1952 y 1955 trabajó de amo de llaves en la Hacienda María, uno de los refugios campestres de Trujillo y su familia en los predios de Nigua, me contó aquel soldado que en múltiples ocasiones vio a Doña María levantar la voz y lanzarle una sarta de improperios en la cara al Jefe y que para su sorpresa, Trujillo reaccionaba en forma sumisa y se le ponía "por abajito". El ex-cabo refirió a que una vez se hallaba la esposa de Trujillo de viaje por España, y que el dictador para agradarla a su regreso le mandó a decorar el patio de la casa con decenas de plantas de cocoteros.
Al regreso de la esposa, el Jefe esperaba la reacción de agrado, pero resultó lo contrario, a Doña María no le gustó la decoración sugerida por su marido y reaccionó furiosa diciendo: "Quien fue que inventó esta mierda". Nadie dijo nada, Trujillo que la escuchó, en forma disimulada se acercó al cabo y le secreteó: "Luisito, estamos en problemas, manda a arrancar las matas de coco cuanto antes". Historias como esta hay muchas, aunque pocos se animan a contarlas, porque al parecer el león no era tan fiero como a veces lo pintamos.
La gama de negocios emprendidos por Dona María era amplia y variada, incluía ferreterías, empresas aseguradoras, bancos de prestamos, representaciones de franquicias extranjeras, especialmente carros de lujo, agencias exportadoras, industrias, en fin todo lo que pudiera generar grandes ganancias estaba en manos de los Trujillo, de María Martínez y sus cómplices. En 1961 cuando Trujillo fue asesinado, muchos estiman que la fortuna de la familia habría alcanzado los mil quinientos millones de dólares, otros que hacían las veces de testaferros, se quedaron callados y con la estampida del trujillismo retuvieron los millones que le habían puesto en sus manos.
Autor: José C. Novas
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