Muere el jefe del Estado Islámico en Afganistán
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POR, EFE
KABUL. 7 may.-El Gobierno afgano y la OTAN confirmaron hoy que el líder del yihadista Estado Islámico (EI) en Afganistán, Abdul Hasib, murió en una operación conjunta de las tropas afganas y estadounidenses en la provincia de Nangarhar (este) el pasado día 27 de abril.
Exactamente dos semanas después del lanzamiento de la “madre de todas las bombas” en esa región, las tropas estadounidenses volvieron a cargar contra la formación yihadista en una redada mano a mano con las fuerzas de seguridad afganas, en la que perecieron “varios” altos mandos del EI, además de Hasib.
De acuerdo con la oficina de la OTAN en Afganistán, la operación conjunta, de la que no habían transcendido detalles hasta hoy, también infligió 35 bajas en las filas de a pie del grupo.
Encabezando la redada iban la Fuerzas Especiales de Afganistán, según explicó el palacio presidencial, que confirmó en su cuenta de
Twitter el abatimiento del emir afgano del “EI-Khorasan”, como se denomina a la facción del EI en Afganistán, por la mención a la región histórica que abarca este país y parte de Pakistán e Irán.
Las autoridades responsabilizaban al Hasib del ataque que el 8 de marzo causó más de medio centenar de muertos en un hospital militar de Kabul, además de secuestros de niñas y decapitaciones de ancianos.
EE.UU., que el 27 de abril había informado de la muerte de dos de sus soldados en una operación conjunta contra el EI en Nangarhar, coincidió en señalar a Hasib por todas estas acciones.
Las tropas internacionales fueron un paso más allá al asegurar que el líder yihadista como culpable de secuestrar a mujeres y niñas para obligarlas a casarse con los insurgentes que comandaba.
Para el comandante de la tropas de EE.UU. y de la OTAN en el país, general John Nicholson, la “exitosa” operación supone otro paso de importancia hacia su objetivo de neutralizar al Estado Islámico en Afganistán antes de que acabe el año.
Por lo que al Gobierno afgano respecta, la hazaña estaría a punto de cumplirse, ya que días antes del lanzamiento de la gran bomba estadounidense cifró en apenas 400 los miembros del EI presentes en el país y desde entonces afirma haber acabado con cerca de 300 de ellos.
Teniendo en cuenta que el artefacto arrojado el 13 de abril contra un complejo subterráneo de los yihadistas, eliminó a 96 yihadistas, los combatientes del grupo ahora líder podrían contarse con los dedos de una mano.
Casi al mismo tiempo que Kabul se felicitaba de haber reducido sus miembros en 2.500 a lo largo de 2016, la OTAN se limitaba a apuntar, sin ofrecer cifras concretas, que los yihadistas habían quedado reducidos a la mitad en los dos últimos años.
La muerte de un nuevo emir afgano del grupo podría ser uno de los golpes finales a la formación.
“Este es el segundo emir del EI-K muerto en nueve meses, junto a docenas de sus líderes y cientos de sus combatientes”, destacó Nicholson.
En junio del pasado año, el Gobierno de Kabul dio por derrotado al EI en gran parte de las áreas en las que permanecía activo.
Sin embargo, la formación yihadista ha continuado reivindicando algunas de las acciones más sangrientas en el país, como el ataque de marzo al hospital o el ataque suicida contra una manifestación de la minoría chií hazara que causó más de 80 muertos y de 300 heridos el pasado junio.
El Estado Islámico irrumpió en Afganistán en 2015 al aparecer en diferentes puntos del país y creó su principal bastión en Nangarhar, fronteriza con Pakistán y clave en las comunicaciones entre los dos países.
La OTAN continúa en Afganistán con alrededor de 13.000 efectivos en tareas de asesoramiento y capacitación, y Estados Unidos mantiene a cerca de 8.400, como parte de ese operativo de asistencia y en tareas antiterroristas.
Se espera que el presidente de EE.UU., Donald Trump, anuncie en cuestión de días nuevos planes para las tropas de su país en Afganistán.
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